En los primeros siete días de gobierno, Petro optimizó el tiempo de tal manera que le alcanzó para sorprender a unos y desconcertar a otros. Pareció decirle a Duque: «Si usted mandó hasta el último minuto, yo lo hago desde el primer instante».

Posesionó a los ministros, restableció los diálogos con el ELN, visitó las altas cortes, nombró embajador en Venezuela, tumbó los cercos que separaban la Casa de Nariño del pueblo, viajó al Chocó, realizó el primer consejo de seguridad en Quibdó  y le dio cátedra de economía a la Andi. Sin embargo, lo más orientador y contundente fue el mensaje prístino a sus ministros y a sus generales.

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«No me sobra decir que lo vieron el 19 de junio, lo vieron en la plaza de Bolívar, lo sienten en la atmósfera social de Colombia, nosotros no podemos fallar». Fue la primera frase del discurso de 15 minutos y 43 segundos que dio a sus ministros, en la Casa de Nariño, quizá el más denso y pedagógico de Petro.

Ahí hay de todo: realidad y fantasma del poder, teoría económica, principios éticos y poesía. «Este es el gobierno del cambio, y el cambio es de verdad. No es retórico, no es discursivo, no es de maquillaje. ¿Un cambio hacia dónde? Cada vez que me hacen esa pregunta la contesto diciendo democracia, más democracia y más democracia. Indudablemente el mundo está en una búsqueda. No tiene las certezas que tenía al principio del siglo XX».

Habló de cero corrupción en su gobierno, no solo por ser un valor ético, sino porque «todas las lupas de todo lo que ustedes se imaginen, nacionales e internacionales, están sobre nosotros, sobre nuestras vidas, incluso personales y familiares […] No podemos equivocarnos».

La parte final de esa primera lección fue un angustioso llamado a gobernar desde el primer momento como si fuera el último. «El tiempo es un bien escaso, señores economistas. Como bien escaso tiene un alto precio. En cada segundito —dijo golpeando con el dedo el atril—, se nos va agotando la existencia política.  Luego, tenemos que aprovechar con intensidad y al máximo el tiempo, […] desde mañana mismo».

En relación con los generales, los pasos que dio Petro en las primeras horas de su gobierno fueron de vértigo, por lo rápido y cuantitativo. Ningún Presidente  había removido a tantos generales en tan poco tiempo. Quizá fue la respuesta íntima a las palabras altisonantes de Zapateiro: «El día que me vaya de esta amada institución dejaré muchísimos zapateiros. Entonces, jamás me iré, porque ellos seguirán el legado».

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Zapateiro vociferó y amenazó porque Petro dijo una gran verdad: «Mientras los soldados son asesinados por el “clan del Golfo”, algunos de los generales están en la nómina del clan. La cúpula se corrompe cuando son los politiqueros del narcotráfico los que terminan ascendiendo a los generales».

Así que fue el propio comandante del Ejército —el arma decana y guía de las otras tres: Armada, Aviación y Policía— el que previno a Petro, para que les cortara el paso a aquellas promociones politizadas y perversas de zapateiros. En suma, Zapateiro se encargó de descabezar a 16 generales del Ejército, 6 de la FAC, 6 almirantes de la Armada y 23 generales de la Policía.

Más importante que la llegada de generaciones frescas e incontaminadas de corrupción, violación de derechos humanos y falsos positivos, fue el mensaje de Petro a la nueva cúpula. «El criterio de ascenso medido por las bajas, que generó tal desastre hace algunos años, tiene que cambiar. El ascenso tiene que medirse porque se impidió la masacre, se impidió la muerte del líder social, se lograron resultados de pacificación en el territorio».

Veinticuatro horas después del anterior mensaje presencial ante la nueva cúpula, Petro envió otro, vía Twitter: «Todo mando militar o policial en su jurisdicción debe velar por neutralizar al máximo la comisión de masacres y muerte de líderes sociales. La comisión de masacres y su impunidad en jurisdicciones de mandos militares y policiales afectará la hoja de vida de los mandos».

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¿Acertó o falló el Presidente al escoger una nómina de ministros  de orígenes diversos, y al seleccionar a sus generales? Tengo la certeza de que Petro puso todo su talento al nombrar a los hombres y mujeres que conforman la primera línea de su gobierno —como denomina a sus ministros—, así como para seleccionar la cúpula de la fuerza pública.

En este momento crucial, como  en la conformación de las listas del Congreso —Senado y Cámara—, la historia se encargará de juzgar si acertó en un cien por ciento, o si por el contrario, en algunas unidades le fallaron sus cálculos, pues en el ejercicio del poder y de la guerra, como en todos los actos de la vida humana, siempre hay un margen en el que el azar es un tirano.