Querido Esteban, Señoras y Señores:

No es fácil decir unas palabras en honor de un joven de alma limpia e inteligencia brillante como Esteban García Ballén. Más aun cuando quien las debe pronunciar es el tío abuelo del homenajeado. Pero me despojaré de los lazos afectivos que me unen a Esteban para mirar con objetividad el contexto de una sociedad y un Estado mafiosos en los cuales nuestro joven abogado deberá ejercer su profesión.

En esta ocasión solemne, teniendo como testigos a sus padres y a sus amigos, solo tengo que decirle a Esteban, las dos cosas que le dije, cuando siendo un adolescente me contó que pensaba estudiar derecho. En primer lugar, esta sociedad fracturada y descompuesta necesita de muy buenos abogados, y, en este país, buenos-buenos son muy pocos los que existen. En segundo lugar, son múltiples las alternativas que tiene un abogado brillante, como tengo la certeza de que lo será Esteban.

El abogado litigante, es la gimnasia mental que más desarrolla la inteligencia, la habilidad, la audacia, la imaginación y el razonamiento del profesional, por la diversidad de desafíos, controversias dialécticas y la multiplicidad de  adversarios  con los que tiene que luchar  a un mismo tiempo: contraparte, juez,  cliente, testigos, sociedad y Estado mafiosos.

Después del litigio, la segunda opción más importante es la de juez. Aquí y ahora, el reto es descomunal, por la mediocridad y la corrupción que ronda los pasillos, los clubes y los círculos sociales por donde se mueven los togados.

La docencia universitaria, se presenta como una tercera gran opción del abogado. Es la más noble, la que más satisfacción espiritual aporta a las almas generosas y sabias. También tiene sus arrecifes porque las universidades colombianas remuneran muy mal a sus profesores y porque no siempre los alumnos dan la talla que el maestro espera. Sin embargo, la docencia puede ir de la mano con el litigio o la magistratura, siempre que haya disciplina y no se quiera tener las dos actividades como principales.

La carrera administrativa y la política, son dos alternativas que tiene cualquier abogado, pero que el alma incontaminada de Esteban es refractaria a esos lodazales, porque la conducta de quienes ocupan estas dos funciones públicas hacen del Estado el ente más ilegítimo y perverso. Sencillamente,  quienes administran y legislan son mercaderes que venden las resoluciones y las leyes al mejor postor. Sin embargo, entre más sucia e impura sea la arcilla a la que el alfarero pretenda darle vida, más inteligencia, cuidado y sacrificio necesitarán las manos del artista para crear su obra.

En fin, los negocios comerciales y civiles conducidos con ética, tampoco pueden ser ajenos a un excelente abogado, como el que estamos homenajeando esta noche.

Hay otra opción insospechada para todos los invitados a este banquete de la inteligencia, pero no para Esteban. Es aquella para las almas grandes, para las almas de los abogados que vinieron a este mundo para transformarlo. Aquella que muy pocos abogados con título se atreven a cultivar. Me refiero a la alternativa que escogió aquel jurista checo, que a tantas generaciones de escritores ha inspirado  en el mundo entero: el gran Franz Kafka. El poder, el Estado, la política, la corrupción, el burocratismo, fueron los temas de la angustia humana que captó la sensibilidad de su espíritu superior.

Querido Esteban: eres joven, soñador, de alma grande, de brillante inteligencia y de conducta ejemplar. Confío en no haber puesto en este papel ni una sola palabra que pudiera desviar tu mirada del horizonte infinito, que cada amanecer se abre ante tus ojos, como un incesante volver a comenzar. Esa es la vida y esa es la Historia.

Me hace ilusión saber que seré testigo, ojalá por muchos años, de la gloria que te espera en este fértil campo que es Colombia para la literatura y las ciencias sociales. Sin embargo, aquí en medio de estas fronteras no se acaba tu misión. Más allá de este país, injusto y excluyente a más no poder, te espera el mundo, para que lo  guíes y transformes, porque así como deviene no está bien.

Sopó, 23 de marzo de 2018.